domingo, 21 de septiembre de 2008

Ave Caesar, morituri te salutant (Cómo hablamos, I)

Hola, pollos y pollas (ja,ja,ja). Los que me conocen saben que soy una persona con un lenguaje muy "florido". Eso no quiere decir que hable como Sócrates, sino como todo un ingeniero en enfriamiento y empuje (leáse: paletero). Quizá exagero un poco al adjudicarme semejante título nobiliario, pero sí debo admitir que uso excesivamente las famosas "malas palabras".

Como se imaginará, mi pequeño fetiche verbal me ha acarreado algunos problemas. No faltan personas que no me vean como la mancha en el pañal después de escuchar mis vulgares cacareos. Entonces, me dirá usted: "Amigo mío, si vuestra forma de hablar os confiere insultos a vuestra dignidad, ¿por qué ha de seguir el camino della sandez en lugar del della cordura?" En ese caso, yo le preguntaría: "Mi querido (querida) Sancho Panza (o Nefertiti), ¿qué encuentra de malo en hacer uso completo del abanico de palabras del que cuenta el español?

El primer problema está en el calificativo que damos a estas expresiones soeces: "malas palabras". ¡Vaya carambada! Resulta que ahora hay palabras malas. En su defensa podría alegar que al decir "malo" se refiere a "incorrecto", pero usted y yo sabemos que eso es lo último que se le viene a la mente cuando dice: "Vaya cipote cabrón, deje de decir malas palabras". Simplemente lo eructamos, así que yo me agarro de ese palo. No voy a negar que existen palabras “malas” en el español, pero ni puta, mierda, culo, etc., entran en mi catálogo. Sin embargo, sí entran grandilocuencias como dijistes (y familia), entreguelen, estuata, fantabuloso, espiridifláutico, y la lista puede ser infinita. Así, podemos afirmar que una frase como ¿Cuándo putas va a ser esa mierda? está muy bien dicha comparada con ¿Cuándo me dijistes de que iba a ser la función?

El segundo meollo radica en que los "patriarcas de la cultura" ponen hasta a Dios de por medio para impedir el uso de ese lenguaje. Lo asocian con maldecir. Créame, mi querido e ignorante feligrés, que cuando un joven le muestra la foto de su novia a su tata, este no le maldice cuando exclama: "Ve, ¡qué hijueputa sos!". En este momento podría alegar que no hay palabras ofensivas hacia Dios pues el lenguaje "fue creado" por Él y, por ende, es bueno al igual que todas las demás obras de la creación (eso es para el que aún cree en la veracidad del Génesis); sin embargo, eso significa que Satanás también es bueno porque fue creado por Dios, pero Satanás es malo y es bueno, a la vez... olvídenlo, esto es como abrir la caja de Pandora.

El tercer punto de los parsimoniosos paladines de la etiqueta es que cualquier asno que rebuzne las sandeces en cuestión merece el título de “mal criado”. J-U-E-L-A-G-R-A-N-P-U-T-A. No me parece que sea una mala crianza usar las palabras que el glorioso español nos ofrece. De mal criados me parece el atribuir a estas palabrejas un carácter maldito (“Papá ‘Chus’ llora cuando decís una mala palabra”), inculto (“¿Acaso sos carretonero para hablar así?”) y hasta sucio (“Le voy a lavar la boca con lejía, bicho bruto”), por no seguir enumerando más.

Por último, tenemos la mayor de las hecatombes intelectuales. Ahora resultan ofensivas al oído. Perfecto. ¿Qué le resulta a usted más hiriente, mi queridísimo Calígula?, ¿que lo llame pendejo, o estúpido? Y a usted, mi bella Dulcinea, ¿que la llame puta, o pécora?

Debo ser sincero al admitir que el lenguaje está altamente condicionado por la historia de un pueblo. Sin embargo, este tema lo trataré en otra entrada. Es posible que sus expectativas se hayan visto truncadas debido a mi pobre aporte a esta entrada, pero tienen que comprender dos cosas: primero, yo tengo el intelecto de un koala come heces asexuado y, segundo, que el complemento de esta diatriba viene después. En fin, es hora de que me retire a mis aposentos para rendirle culto a Anton Lavey y a Hamtaro. Pasen una feliz noche, y los quiero mucho.

Chepe

PD: Si están leyendo esto, entonces han ganado una tarde conmigo como su esclavo adulador.

PD: A la persona que por allí preguntó que si cumplo las promesas sexuales que suelo hacer en estos apartados: créame que, en cuanto lo vea, le pago y con IVA =) (tengo clientes "satisfechos" que me respaldan).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

muy cierto, muy cierto, creo que todo radica en la cultura en que vivimos, se nos ha enseñado a no decir "puta" "pendejo" "cerote"... porque para nuestra cultura esas palabras pueden resultar ofensivas e hirientes en algun momento, creo que ahi radica el gran problema con ellas... (disculpas si no tengo buena ortografía)

Diego Boquín dijo...

Supercalifragilístico Espialidoso.

Anónimo dijo...

realmente como hablamos los salvadoreños son "palabras malas", más malas que las propias malas palabras

Anónimo dijo...

Todo depende del ojo que mire la tuerca.