martes, 24 de mayo de 2011

La educación en El Salvador, parte II

La otra gran mentira tiene dos lados: los profesores y el sistema educativo. Si comparamos las materias que tanto el Liceo Salvadoreño como el Externado “San José” imparten durante los doce años que uno funge como su prisionero, encontraremos muchas similitudes: física, matemática, química, sociales, lenguaje, etc. Es más, algunas de ellas sin impartidas por el mismo profesor en ambas instituciones en bachillerato, como física, química y matemáticas. La gran diferencia radica en como estos profesores se desempeñan en uno y otro colegio; en el Externado, si pregunto por “Mingo”, “Charlie” o Monzón –decanos de las materias antes mencionadas- me responden con alegría que son de los recuerdos más bonitos que tienen, que aprendieron dichas disciplinas con fervor patrio bajo el fomento intelectual. Si me preguntan a mí, y lo diré en el mismo orden en que están listados, uno estaba más preocupado en “culturizarnos” en el rock progresivo y su disco duro con más de 200 Gb de pornografía, el segundo pronunciaba la palabra “sexo” cada trago de saliva y el tercero… hizo lo mejor que pudo.


Sin embargo, no es este fenómeno el que me hace envidiar a los pericos. Para quien haya estudiado en el Liceo Salvadoreño al menos hasta el año 2007, sabrá que la materia que nunca salió del itinerario anual fue Religión. Perfecto, colegio católico mariano. Como las matemáticas, uno supondría que la progresión natural de una asignatura como esta sería inmiscuirse más y más en asuntos teológicos que dieran armas al alumnado para defender y entender su fe. ¿Le cuento un secreto? Durante 12 años, ocupamos el libro de Santillana de dicha temática y no recuerdo haber aprendido absolutamente nada. Ahora, quiero aclarar que yo era alguien muy católico, y esta materia me la pasaba por los huevos de lo fácil que me resultaba. Mi interés era genuino, pero cuando todo lo que vas a aprender es que Dios es bueno, la Virgen su madre y los santos no adoran, si no que se veneran… En el Externado, comienzan a estudiar filosofía desde no me acuerdo qué grado. Puta, ¿es necesario que diga más?


No sé si será la irrupción de las niñas o si los hermanos maristas y profesores reflexionaron sobre la mierdera formación que estaban dando, pero ahora ya hay clases de baile, corte y confección, estética avanzada, kinder… ¡y hasta es bilingüe ya! ¡Ah no, pues sí, chis pues puta! ¿Qué hay de aquellos compañeros que tuve que sufrían con inglés y que salieron sabiendo poco menos que nada? Con profesores como Ulises Cuéllar o Julio “Comoputasseaelapellido”, estar en una academia aprendiendo aparte el idioma era de rigor. Algunos dirán que alguien que estudie en el Liceo y no se preocupe de fomentar por sí mismo sus propias actividades extracurriculares cae en la irresponsabilidad. Para el troglodita estúpido imbécil que se atreva a hacer semejante afirmación, tenga en cuenta que no todo el que va a dicho colegio llega en helicóptero, ni es hijo de diputado, narco o empresario, que pagar 90 dólares mensuales doce veces al año (porque Noviembre, aguanta, lo cobran dos veces) no es ningún chiste, especialmente cuando hay más de dos miembros de la familia dentro del colegio. Aún así, para mí todo estaba bien. No había nada mejor que ser león.

lunes, 23 de mayo de 2011

La educación en El Salvador, parte I


Estoy consciente de que al escribir este artículo, posiblemente me eche tierra encima de mis aspiraciones académicas y laborales, pero si ya tengo a medio Tabernáculo detrás de mi trompeta gástrica (léase: culo), no veo como podría irme peor. Para aquellos que hayan leído mi blog desde el principio, sabrán que estudio Comunicación Social en la UCA, y si no me equivoco se cumplirán ya casi tres años desde que escribí esa trilogía de entradas –cuando de hecho la gente departía en este expendio. Quisiera escribir un poco sobre mi experiencia educativa hasta el momento, porque hoy tuve una experiencia un tanto desagradable para mi gusto. Advierto que este post no sea como los anteriores por que es más un lloriqueo, pero si deciden leerlo, por favor aguántenme, les prometo darles lo que les gusta después de esta.


Estudié en el Liceo Salvadoreño toda mi vida, sin dejar un año y sin mayores complicaciones. Entre los míos, destaque por ser el niño del coro –puedo cantar, ¿y qué putas pues?- y por no ser tan pendejo para las clases, aunque no en línea con los genuinos intelectuales de mi promoción. Este colegio siempre se ha visto como uno de los bastiones de la educación salvadoreña, con formación integral en los valores cristianos y profesionales bajo la infatigable devoción de los hermanos maristas. He aquí la primera gran mentira.


Sin menospreciar a mis compañeros, que muchos de ellos son excelentes personas y estudiantes, puedo asegurar de primera mano que mucha gente que salió conmigo representaba a la palabra “vivián” mejor que Rodrigo Teos. Individuos con pocas luces más preocupados de fortalecer su hígado que sus cerebros. No me quiero centrar en eso, sin embargo. Tuve profesores muy buenos y otros muy, muy malos. Execrablemente malos. Pusilánimemente malos. No tuve contacto directo con un hermano marista hasta que llegué a noveno grado… porque le tocó darme clase de religión. De lo contrario, los hombrecitos guardados en sus cuevas. Platicando con amigos que salieron de otras instituciones maristas, se quedaban incrédulos al comentarles este fenómeno porque “sus hermanos” siempre pasaban cerca de ellos. ¿Qué podía ser diferente? ¿Por qué la única forma en el Liceo Salvadoreño para conocer a un hermano marista era ser remitido a la dirección o participar de un grupito menor llamado REMAR –cuyo hermano encargado, al irse a Guatemala en “misión de fe” tiempo después, renegó de sus votos y decidió casarse-?


Muchos años después, con mi hermano recién metido en séptimo grado –se pasó de La Asunción- y el testimonio de madres que aún tienen hijos allí, me di cuenta del por qué no interesaba a los hermanos maristas codearse con el alumnado.


Hasta hace poco tiempo, en el Liceo solo había hombres. En los demás colegios había hombres y mujeres. Mujeres. ¿Se dan cuenta? Resulta que hoy, como abundan las centrales lecheras en mi ex colegio (léase: chiches), los hermanos se han puesto las pilas para erectar los valores cristianos y marianos tal cual astas de bandera. Que conste que no sugiero ninguna falta a los votos de castidad, pero hay que dejarse de mierdas y recordar que los hermanos maristas son hombres con testículos y hormonas plenamente funcionales: como dice una canción que me fascina, “la verga es terca”.