jueves, 21 de agosto de 2008

Fetiches cibernéticos (parte 2)

Buenas noches tengan las ateas almas que se reúnen para celebrar la sacrosanta homilía de hoy. Disculpen, por amor de Dios, el "LOL WUT" que sale debajo de esa tierna pera, ya que así encontré la imagen. En esta parte, tendrán que deducir ustedes cuál es el fetiche cibernético en cuestión. Para esto, les preparé algo mientras defecaba en el baño. ¡Feliz lectura!

Barcaza del olvido

Me encuentro aquí, frente a la orilla. No me motiva la ola o la brisa. Me motiva el recuerdo. El recuerdo de lo que brilla en la otra orilla. No hay vuelta atrás. Lo busco y lo busco, y cuando lo busco lo vuelvo a perder... ad infinitum. Ad... infinitum. Pienso, a veces, que la utopía de una mente con trastornos es peor que una cuasi revelación de la tan buscada e iluminada recreación divina del hedonismo. Me miro, y me mirás. Me mira. Él. Eso. Yo.

Sinceramente, ya no creo en los mares. Esto no es más que una charca hecha de pasiones; sí, pasiones. Pasiones desencadenadas por un instinto a veces tosco, a veces tierno. Los duraznos son tiernos, pero no tienen espíritu. Quizá sean desalmados. Quién sabe. Pero no me motiva la ola o la brisa. Me motiva el recuerdo.

La arena entre los dedos no es más que una maldición. Maldiciones, maldiciones. Todo en este mundo se basa en maldecir. Maldecimos tanto que hasta maldecimos maldiciones. Pero no me motiva la ola o la brisa. Me motiva el recuerdo.

Mi filosofía de vida es no llegar a viejo. Me lo han enseñado mis abuelos. Ellos le enseñan a uno grandes lecciones. Pero la mejor de todas es que los abuelos solo sirven para morirse. Morir. Morir viviendo y vivir... vivir...

Pero no me motiva la ola o la brisa. Me motiva... me motiva... los duraznos, los duraznos son tiernos, pero no tienen espíritu.

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Por desgracia, mis pichonchitos y pichoncitas, la homilía ha terminado.

¡Saha ahaha!

Chepe

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