domingo, 21 de agosto de 2011

El arte de ser prescindible (auspiciado por Kalena de Velado)

Buenos días, gente preciosa. Hoy me levanté más temprano que de costumbre y, para variar, decidí leer nuestros periódicos en línea para ver de qué putas me estaba perdiendo en este sainete diario que vivimos en el país. Entre noticias de Benedicto XVI hablando más sandeces que un paciente de ciclotimia, el aumento de $6000 en viáticos a los diputados y Funes queriendo reformar la ley antitabaco para que se pueda fumar en bares y universidades –evitando así una guerra civil-, encontré un artículo de opinión de Ernesto Rivas Gallont (conocido como Areneto Rivas por los bloggeros de izquierda). Hablaba de cómo el Internet podía servir a los fines de promoción eclesiástica, tal y como han hecho los mormones con dicho medio. Me pareció muy inteligente, como suelo considerar sus textos y, rendido, pensé que no iba a encontrar nada que hiciera reverberar de alegría a mi culo. Ah, ¡cuán equivocado estaba! Un poco más abajo, me percaté de otro artículo que rezaba “Devolver protagonismo a la familia”. Al reflexionar en cuán cautivante me parecía el título, hice click en el link –ja-, y al ver el nombre de la autora y su foto, solo pude espetar, secamente, dos palabras: vieja puta.


Por supuesto, mi epifánica atribución ninfómana para esta matrona de la indecencia intelectual no podía haber sido mera casualidad o producto de mi exponencial necesidad de aferrarme a la coprolalia. Al terminar de leer su texto, mis dudas fueron acalladas: como el soldado romano al ver el espectáculo montado por la parca al llevarse a Cristo a los infiernos, reafirmé que, realmente, esta señora es una soberana vieja puta. ¿Por qué? Como hice hace tiempo con un texto en el que criticaba una homilía en San José de la Montaña, citaré por puntos las partes más relevantes de este artículo y daré mi opinión al respecto. ¡Ea!


  1. En El Salvador no existe una cultura institucional fuerte debido en parte a que no existe una cultura de familias formales, basadas en el matrimonio (…) En la Historia Nacional de Costa Rica se puede apreciar que hay una trayectoria cultural a favor de la familia, originada en el matrimonio, dando lugar a una población educada y culta establecida por un rico entorno de familias numerosas.

En otras palabras, Costa Rica le debe su estabilidad económica, política y social gracias a que hay una “trayectoria cultural” pro familia en su historia –o a través de, no comprendo. Nada tuvo que ver su desligue temprano de las alianzas centroamericanas post independencia en la que países como el nuestro hacían convenios nocivos con transnacionales, forjando su propias leyes de mercado interno y externo y administrando por sí mismos sus recursos. ¿Qué decir de su fuerte empuje por educar la mayor parte de su población? ¡Patrañas! ¿Del respeto por sus recursos naturales? Nada de eso, todo se resume en el matrimonio.


Me pregunto cómo puede asegurar la señora que el respeto a la institucionalidad esta directamente ligada al fomento de esta instancia civil. Veamos algunas cifras. En El Salvador, hubo 6,201 divorcios en 2008 (fuente: DIGESTYC)*; en Costa Rica, 10,926 en 2007 (fuente: http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/25430 ). Se podría argumentar que Costa Rica es un país más grande y que la cifra es pequeña comparada con la cantidad de gente que vive allí. Se equivoca. ¿Sabe cuánta gente vive en Costa Rica según los registros del Banco Mundial en 2009? 4,578,945 ¿Qué hay de El Salvador? Según el censo de 2007, en este país vivimos 5,744,113 (cifra que, obviamente, sabemos que está muy desfasada). A fuerza de ser redundante –porque en esta vida hay gente que no capta-, ese remero de números quiere decir que ellos, que tienen menos gente que nosotros, se divorcian más seguido. Déjeme ir más allá: según http://www.teletica.com/noticia-detalle.php?id=98525&idp=1 , solo hasta mayo del presente año ha habido más de 4,000 divorcios en Costa Rica, y se especula que la cifra se doble en los siguientes seis meses a una tasa de un divorcio por cada dos matrimonios. Detesto citar estadísticas, pero qué bellos pueden resultar los números.


  1. Esta básica estructura es la clave para inculcar un marco de seguridad institucional a niveles más elevados, siendo además el hogar la mejor escuela de valores para lograr la estabilidad social tan atractiva a la inversión extranjera (…) porque lleva el ingrediente mágico: el amor, pues para enseñar y aprender se requiere sentirse amado incondicionalmente.

No sé de donde se saca –o si ella sabe qué quiere decir con- eso de llevar la seguridad a “niveles más elevados”, a lo mejor habla de inculcar esta doctrina que predica a miembros del Ateneo de El Salvador. La seguridad social e institucional se basa en el respeto al derecho ajeno, como decía cierto don nadie irrelevante para el mundo si lo comparamos con Doña Kalena de Velado. Pues bien. Voy a hacer un caso comparativo de nuestro acervo cultural comparado con el costarricense. En este país, si vemos a una prostituta –ya no se diga un travestido- en la calle esperando clientes, lo primero que hacemos es gritarle improperios o chiflarle despectivamente, con el único temor de recibir justicia por tal actitud de parte del padrote. Lo invito a hacer eso en Costa Rica y usted, aunque sea extranjero, recibirá una multa por lo menos.


¿Por qué? Podría hacer mención de que el planteamiento de esta señora es nulo gracias a las cifras antes mencionadas, pero habrá quien me diga que no importa la calidad, no la cantidad. Ciertamente, pero conozco muchas familias salvadoreñas unidas con valores cristianos –huy- en la que el padre inculca el desprecio hacia los homosexuales masculinos (recordemos que las lesbianas son ampliamente aceptadas). Cómo podrá deducir, el ingrediente mágico poco tiene que ver con la forma como se aborda a personas con dicha preferencia sexual.


3. Una tercera idea para sanar la sociedad sería recuperar la importancia de la familia entre los adultos utilizando la escuela como plataforma. Y el cuarto punto sería retomar los valores de la escuela clásica: La conciencia moral (iluminar la razón), la prudencia (aprender a hacer bien el bien), la justicia (aprender la equidad), la fortaleza (lleva a la responsabilidad) y la templanza (autocontrol) son cualidades descubiertas por los griegos y mejoradas por la cultura cristiana para forjar el carácter del estudiante.


Como la doña no le da mayor relevancia a la “tercera idea” al punto de relegarla a menos de dos líneas, yo tampoco perderé mi tiempo en ella y dejaré que caiga sobre su propio peso. Déjeme quedarme con los descubrimientos de los griegos a quienes, según nuestra escritora favorita, les debemos la moral, la perseverancia, las buenas costumbres y hasta el control del esfínter.


No soy filósofo ni me esmero en serlo, pero sé que no puede haber parangón entre las definiciones arriba dadas de cultura a cultura. Es inconsecuente. Cada sociedad ha forjado su idea de equidad (estratos indios* desembocando en los “intocables”), conciencia moral (ir a misa todos los domingos, entre otros rituales, por parte de los católicos), justicia (inculcar el culto a Alá bajo cualquier consecuencia), autocontrol (vida de celibato y reclusión por parte de los tibetanos) y la fortaleza (salir con un hígado funcional de una cantina irlandesa en el Reino Unido). Hacer una generalización de estas no solo sería uno de los más grandes atentados de la globalización hacia la autonomía cultural, si no que fomenta la cultura de “mi verdad es mejor que tu verdad”.


Resulta un tanto ridículo que esta mujer, por lo anteriormente mencionado, asuma que el cristianismo ha mejorado estas cualidades. Empezando porque la Biblia no es un libro original en su mensaje (salvo el de amar al prójimo como a uno mismo). Todo el mensaje pregonado por Jesús de Nazaret no es más que una recopilación de lo bueno de otras culturas religiosas. Además, ¿mejorado para quién? Olvida que la religión es el método de control social más poderoso que existe, y aunque en esta perspectiva ella tenga razón, la soltura con que disemina que el cristianismo ha perfeccionado tales no es más que una gamberrada de fanatismo religioso.


  1. Una educación para ser Integral debe ser Ética. Por eso la educación sexual integral “consiste en la consecución de un conocimiento adecuado de lo que es la sexualidad, que va desde su desarrollo hasta la culminación del encuentro físico entre un hombre y una mujer, que apunta hacia la madurez psicológica y la plenitud de la persona (…)” (Enrique Rojas).

Muy bien, a lo mejor tenga razón en este punto. A fin de cuentas, la actividad sexual prematura y sin mayor formación puede desembocar en… ¿perdón? ¿Ah, sí? Acabo de recibir una llamada de Galadriel, mi secretaria personal, recordándome de cierto personaje histórico que se casó a los 13 años y que terminó haciendo revuelo –nada importante, claro- en Sur África y en la India: Mohandas K. Ghandi. Ciertamente, alguien poco maduro y pleno. Comprendo qué quiere dar a entender esta señora, pero no puede justificar sus argumentos en que el cristianismo tiene las respuestas de todo, y que el mejor catalizador de estas ideas no es mas que la educación sexual y la familia unida. Mucho menos, ocupar el concepto de ética de manera tan libertina junto a semejantes sandeces.


  1. Parafraseando al ahora beato y al pensador Tomás Melendo, podríamos sugerir: “Cual es la familia, tal es el centro educativo, porque así es la persona”.

Por la gran puta, la única idea cuerda de este papiro de heces es una cita ajena. Pues sí, estoy de acuerdo con ello salvo en un detalle, que espero estar entendiendo mal. Si lee la cita completa del párrafo (que no pondré aquí por razones de cordura), ella da por sentado que así como es la familia, así es el centro educativo. No, no, no. Bajo ese argumento, el colegio San Francisco, afamado por los demás centros privados como la “letrina de expulsados” (lo siento por alguna pantera que lea esto; no comparto esta idea, solo la plasmo y estoy seguro de que están familiarizados con ella) consta de grupos familiares de peor calibre que un cártel de narcotraficantes. Asumir como dicha idea es una irresponsabilidad para el responsable de proveer una regulación educativa que prepare de la mejor forma posible a los salvadoreños: el gobierno.


¿Por qué el gobierno no educa a la gente como se debe? Porque eso los haría pensar. Pensar es muy malo. ¿Cree usted que le conviene a ARENA que sus militantes sepan las atrocidades que hicieron para “defender a la patria”? ¿Qué tal los militantes del FMLN al darse cuenta de cuántas familias lloraron por sus familiares muertos después de pagar infructuosamente los rescates? No me hagan dar un estimado, siquiera, de cuánta gente votaría por Rodolfo Parker (pista: se pueden contar con las orejas de su cara, y una de ellas no es necesaria). Al gobierno le aterra que la gente lea y, sobre todo*, que tenga habilidades cognitivas. No nos quedemos allí: aunque se construyan escuelas y se provea de docentes capaces, la gente no manda a sus hijos a estudiar porque es más conveniente y necesario que trabajen para poder sustentar las necesidades del hogar. Es un círculo vicioso –soy tan predecible- al que nuestro ministro de educación y arcipreste de los derechos de los salvadoreños, Salvador Sánchez Cerén, buscó resolver brindando uniformes y útiles escolares a familias de escasos recursos. Como no puede ser de otra forma, hay mucha gente que aún sigue esperando su paquete escolar.


**


Me parece risible que esta señora tenga licencia de escribir junto a Neto Rivas que, si bien no es un hombre cuya totalidad de ideas irradien intelecto a borbotones, al menos es cuerdo y escribe honestamente. Esta mujer, en cambio, es una cachiporrista del cristianismo, haciendo maromas para recibir el aplauso fácil de compradores de periódico buscando su cuota de moralidad en sus textos. Cuando un artículo tiene la credibilidad de un pasquín de Condorito, la nebulización con cloroformo es un deber.


Chepe


* Tuve que recurrir a esta fecha porque en este país nos actualizamos cada lustro.

* Nunca utilice hindú como gentilicio de India, pues ese término es reservado para quienes practican el hinduismo y, verá, no todos son hindúes en ese país.

* Recuerde que debe escribirse separado. “Sobretodo” es un abrigo que cubre todo el cuerpo.

jueves, 11 de agosto de 2011

El Salvador, hoy (parte 4)

Buenos días, mis bienamados y bienamadas. Antes de que broten los reclamos, sí: faltan la segunda parte sobre los hombres y la cuarta de la educación, y quién sabe qué putas más. Parecerá excusa, pero sufro en carne propia las mieles de trabajar en la madrugada por unos cuantos dólares más. Por supuesto, como un estudiante de comunicaciones de cuarto año, debería estar buscando un trabajo social y profesionalmente más rentable y gratificante, pero en este país somos tan animales que exigimos experiencia laboral al recién graduado, y a menos de que para eso cuente trabajar en Starbucks o volarse la gallarda paloma –ambos trabajos loables-, entonces estamos jodidos.


A eso, precisamente, va mi entrada de hoy: cómo la mediocridad se eleva por sobre los cánones de la decencia. Debo aclarar que no solo me refiero a esta en cuanto a destrezas laborales , sino también intelectuales. ¿Quién putas soy yo para sancionar los siguientes decretos? Pues bien, si Dios fue capaz de abandonar a Jesús mientras pendía de la cruz, si hay público para ir a ver Los Pitufos y si la muerte aún sigue jugando al ajedrez con Castro, pues entonces el más preclaro de los gordos cerotes –léase: yo- tiene tanta potestad de hablar majaderías como la del dólar de residir en la faja de una bailarina del LIPS. Comienzo.


Mediocridad laboral


Para que usted se dé cuenta de qué tan tóxica es la idea del salvadoreño vulgar –redundancia, lo siento- a la hora de evaluar su ambiente laboral, es pertinente mentalizarse en que el ascenso (al igual que los aumentos salariales) no se consideran escalones en tanto que dádivas. Un ejemplo de esto es escuchar a la vieja puta con personalidad de trapeador que tiene a su lado hacer el escándalo diario sobre cómo, después de trabajar durante 40 años en la misma compañía, no ha hecho más que archivar documentos en un escaparate. Que nunca se apreció su valor en la empresa. Que su conocimiento de la logística (palabra que seguramente aprendió en alguna telenovela) del entorno la haría una excelente supervisora. ¡Ea! Un papagayo con un ancla en el culo hundiéndose en ultramar resultaría menos grosero.


No nos quedemos con este modelo, que hay otros peores. Enfoquémonos en el periodismo salvadoreño. Desde antes de la guerra, esta disciplina –ojo, que no ciencia, necedad que cierto cabrón estúpido establecería como perogrullada ante mis compañeros de clase- se ha ocupado para dar acogida económica a aquellos que por deficiencias intelectuales o económicas no pudieron ejercer estudios superiores… en el caso de haberse graduado de bachilleres. En un país tercermundista como este, con el conflicto armado cocinándose, Monseñor Romero descendiendo al averno y el clima político enervándose, no es raro que la rebusca por un empleo que satisficiera las más básicas necesidad de supervivencia dirigiera a muchos al periodismo. A fin de cuentas, ¿qué cuesta irse a parar frente a una pila de muertos, preguntar a unos cuantos qué paso y hacer una nota periodística? Sin menospreciar este tipo de acercamiento, que en un contexto tan peligroso como el ya establecido era casi como firmar el suicidio, reconozco que es un sistema que debió haberse abolido –o, al menos, reducido- luego de terminado el armisticio, no porque no sea efectivo, sino porque se necesitaba un tipo de periodismo más profundo, deliberado y libre de tendencias radicales adquiridas durante las últimas dos décadas.


Por desgracia, los mercenarios de la pluma siguieron brotando durante los noventa y aún en la pasada década, alimentados por los fósiles remanentes del caso anteriormente expuestos. ¿Quiere encontrarlos? No vaya muy lejos, solo fíjese quiénes dirigen dos de los grandes periódicos del país con tendencias políticas muy diferentes: Francisco Valencia, del Diario CoLatino, a quien debería rebautizarse como Bob Esponja en honor a sus buenas intenciones con poco menos que torpes resultados; mientras tanto, en el Diario de Hoy, tenemos a Enrique Altamirano, con un acervo cultural envidiable pero con el sentido común de un mascón para retrete. Ambos, vistos por sus respectivos apóstoles, como héroes del periodismo. Apóstoles, por cierto, que siguen ocupando la palabra bizarro como sinónimo de extraño. Para su información, porque a lo mejor usted tampoco lo sabía, bizarro significa valiente. Ya ve, aprendió algo nuevo en este relleno sanitario que manejo.


Mediocridad Intelectual


“Habilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo sería romper las últimas líneas de defensa moral de la sociedad salvadoreña” – Rodolfo Parker dixit


Estoy consciente de que Rodolfo Parker es uno de mis fetiches, pero no porque piense que el tipo es un completo idiota. No quiero parecer blando, a lo mejor el hombre tiene alguna característica redimible; desgraciadamente, cada vez que opina sobre algo tiende a dejar sus habilidades cognitivas en seria evidencia. El tema de las uniones entre parejas homosexuales es un termómetros intelectual bastante fiable. Pregúntele a su conservador más cercano qué piensa del amancebamiento gay, y luego sobre el matrimonio: será como haberle dado palomitas de maíz con fulminantes.


Hace un par de meses, mientras estaba chupando yo solo en el Friday’s, tuve el honor de asistir a un convite de ilustres trogloditas que se encontraban en otra mesa, quienes discutían y razonaban a un nivel tal que ni la intromisión de un Deus Ex Machina hubiera logrado detener semejante eclosión de astros. Le presento, de la manera más íntegra que pueda, el evangelio de esta pléyade de semidioses:


Mujer 1: Ay, no. Es que cómo se está poniendo de moda eso de hacerse gay vea.

Hombre 2: Puta, de plano que sí. No hace poco el Charlie salió culero.

Hombre 1: Men, desde que me di cuenta ya no lo puedo ver a los ojos.

Mujer 2: Y no solo él, mira la Tita, acordate que después alli salió con esa su noviecita…

Mujer 1: Ah, pero eso es pasable; o sea, entre dos mujeres está bien, pero ya entre dos hombres…

Hombre 1: ¡Es que da asco!

Mujer 2: ¡Cabal!



Gloria y honor a ti, señor Jesús.


No quiero hostigar más reescribiendo esa tupida plática, pero la conclusión llegó cuando, en unísono, proclamaron el axioma de poco ornato de que está bien que vivan juntos, pero jamás que sean reconocidos como un núcleo familiar oficial, y mucho menos que se les deje adoptar niños. Razones –palabra ocupada con mucha soltura-, varias: que faltaría la figura materna/paterna, que el niño/a se haría homosexual, que sería una vergüenza en el colegio, qué pensaría el Vaticano, que habría confusión al ver a los demás compañeros. Cháchara. Esta misma gente es la que sostiene que los homosexuales no podrán estar a la diestra de Dios. Ah, mire qué vergón. O sea, ¿Dios los crea y después los manda a la mierda? Hay quien se excusa de que está en la Biblia y –¡no más!- desde el Antiguo Testamento, especialmente en libros como el Levítico y el Deuteronomio. Para el Aníbal de turno que siquiera espete semejantes estupideces, cabe recordarle que el Dios mostrado en ambos testamentos es muy diferente; bipolar, si lo quiere más chic. Pablo de Tarso no cuenta para mí, porque un cristiano que se precie de seguir a Jesús no necesita de un “perfeccionamiento” de su doctrina porque, a fin de cuentas, ¿no es suficientemente perfecta su enseñanza al ser el hijo del Altísimo? Hay quién dirá que el término "adulterio" se aplica también en relaciones homosexuales a lo largo de la Biblia, pero eso ya es meterse en batallas semánticas que, obviamente, no ganaré.


Lo triste es que el fanatismo religioso (mal llamado ética en algunos ambientes universitarios) se está extendiendo hacia la medicina. Nada nuevo, a fuerza de ser honestos, pero peligroso. Caer en un nuevo oscurantismo científico solo porque Dios se va a enojar sería un error descomunal. Un buen amigo mío, con una retentiva envidiable y un excelente desempeño en su génesis hipocrático, publicó en Facebook un artículo en el que se hablaba sobre cierta manipulación genética que podría ayudar a combatir enfermedades de toda índole (no recuerdo bien los beneficios). Comentó, debajo de su misma publicación, que reconocía la relevancia de dicha investigación pero que, a su vez, no era correcto porque era jugar con lo que no nos incumbía. Un par de sus compañeros le hicieron el ídem y hasta un catedrático aportó un genial “por que pueda hacerse, no necesariamente debe hacerse”. Me encantaría haberlo puesto tal y como sucedió, pero cuando comenté “Galileo Galilei te manda saludos de parte de la Inquisición”, mi amigo borró la publicación. Él sabe que lo aprecio bastante, pero no tengo ningún inconveniente en citar este pasaje para efectos de comprensión.


El salvadoreño se precia de ser trabajador, ¿sabe? A pesar de que detesto la exclusividad continental del gusto hacia el trabajo, me parece aún más repugnante escuchar la vanagloria regional por tener los mejores centros comerciales. ¿Tiene idea de cómo le vendieron El Salvador a una muchachita colombiana? “Un Estados Unidos, ¡pero en chiquito!” (sin aras de ofender, pues fueron sus papás, también colombianos, los que hicieron tal recomendación. Noten hasta qué punto estamos transmitiendo nuestro gen orate). Los monstruos que suelen defender a El Salvador como el mejor país de Centroamérica por la razón antes mencionada a lo mejor no caen en cuenta de que el turista promedio viene a estos países a explorar fauna y flora para ellos solo conocida en postales o fotos; claro, estos emires son los que rendían pleitesía por el rostro de Ramón Valdés (Don Ramón) para acabar con las extorsiones de las maras.


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Permítame dejar el texto hasta aquí, mi cabeza no da más. Prometo escribir más seguido, para quien aún esté interesado.


Chepe


PD: Aunque no le importe, me siento increíblemente feliz de haber vuelto a escribir. No es sarcasmo: en mi estado, consideraba imposible hilvanar un texto de esta extensión de nuevo. Gracias por leer.